Una bella historia por la que “nos alegramos y damos gracias al Señor, por la vida y el trabajo de tantos hermanos”. Son palabras de Miguel Miró, Prior General de la Orden, quien presidió los actos de celebración de los 50 años de la llegada de los agustinos recoletos a Costa Rica durante los primeros días de diciembre.
Los actos festivos se iniciaron el pasado día 2 en el gimnasio de La Ciudad de los Niños (Cartago). Allí tuvo lugar un concierto compartido por dos coros (Ana Musa y Coro Maravilloso) que, con la interpretación de villancicos y otras melodías populares, cargaron el ambiente de alegría y optimismo.
4 de diciembre: una apuesta fuerte
Dos días después estaban convocados a una eucaristía en la parroquia de El Carmen de Alajuela todos los frailes, postulantes, miembros de la Fraternidad Seglar, Madres Cristianas de Santa Mónica, JAR, bienhechores y amigos de la Orden. Presidía el pastor de la diócesis, el agustino recoleto Ángel San Casimiro, A su lado, otros tres obispos: el nuncio apostólico, Pierre Nguyên Van Tot; el diocesano de Cartago, José Francisco Ulloa; y monseñor José Rafael Barquero, obispo emérito de Alajuela. En torno a ellos, todos los religiosos de Costa Rica y muchos otros llegados de México y España.
Tras casi 40 años de estancia en Costa Rica, 18 de ellos como obispo, monseñor Ángel era la persona más indicada para reflexionar sobre el papel de su Orden en este país. A ello dedicó su homilía, en la que apostó por “continuar y fortalecer la presencia y el trabajo hasta ahora realizados, es decir, la labor misionera y evangelizadora, la promoción y formación de las vocaciones nativas, las obras sociales en favor de niños y jóvenes, el servicio de formación y animación espiritual para el pueblo de Dios”.
Los actos del día 4 finalizaron con la presentación de la síntesis de historia recoleta a cargo de fray Jesús Ortega y con la entrega a doña Mayela Salas del reconocimiento como Hermana General de la Orden. De Mayela el Prior General destacó “la cercanía, apoyo pleno y desinteresado, así como su sencillez y afecto por los frailes en las diversas casas como La Ribera, San Antonio de Belén, y sobre todo últimamente en La Ciudad de los Niños”.
5 de diciembre: grandes retos
El 5 de diciembre coincidía con el Día de la Orden, de cuyo nacimiento se cumplían 425 años. La eucaristía tenía lugar en el gimnasio de la Casa de Formación de San Ezequiel Moreno, en Pozos de Santa Ana (San José), presidida por el Prior General. La homilía de Miguel Miró fue toda ella una acción de gracias: ante todo, a Dios, pero también a los religiosos, a los seminaristas y a cuantos en Costa Rica han cooperado con los frailes en su tarea de servicio. Incluía una llamada clara: “Experimentemos a fondo la alegría de sentirnos amados, la alegría de ser agustino recoleto y la alegría de tener en cada etapa de la vida una misión, un modo específico de ser, de servir y de amar”.
Y, con respecto al futuro de la Orden en Centroamérica, Miró también fue explícito: “No podemos quedarnos mirando al pasado y pensar que nuestra misión ha terminado. Miremos hacia el futuro con esperanza y responsabilidad. En esta etapa de revitalización y reestructuración de la Orden, también en Costa Rica los agustinos recoletos tenemos grandes retos: compartir nuestra espiritualidad y fraternidad, asumir en nuestras comunidades un proyecto apostólico común; es también un reto la pastoral vocacional y la formación. Y, en fin, otro importante reto es ofrecer a la juventud de este país formación cristiana y esperanza de vivir”.
La identidad que había delineado el Prior General la rubricaron a continuación los asistentes: los religiosos, renovando sus votos; y reafirmando sus promesas los más de 60 hermanos de la Fraternidad Seglar que habían conseguido hacerse presentes sustrayéndose a sus compromisos laborales.
Concluida la eucaristía, quedaba el acto académico, que se desarrolló en la capilla del Seminario. Tomó la palabra en primer lugar el más veterano de todos, fray Jesús Doncel. Con 47 años de estancia en Costa Rica, Doncel alcanzó casi a vivir los primeros tiempos y, como testigo y protagonista, pudo trazar aquí una reseña histórica, la de quien ha sufrido, encarnado y amado esta tierra.
Le sucedió en el uso de la palabra el prior de la comunidad de la Casa de Formación, Bernardo Cerda, autor principal del libro que se presentaba: 50 Años en Costa Rica. Agustinos Recoletos. 1963-2013, un álbum que intenta recoger a todo color y esplendor fotográfico los rasgos externos de lo que ante todo es una epopeya interior. El libro se distribuyó gratuitamente entre los asistentes aunque, en compensación, se sugirió una aportación voluntaria destinada a las víctimas de los recientes desastres naturales de Filipinas.
6 de diciembre: Basílica y Ciudad
El último día del triduo estaba prevista una peregrinación al santuario de la patrona de Costa Rica, la Virgen de los Ángeles, en Cartago. Allí se celebró una tercera eucaristía, que presidió el prior provincial de San Nicolás de Tolentino, Francisco Javier Jiménez. Pronunció éste una homilía que seguía las pautas de la reciente exhortación apostólica del papa Francisco. De su análisis de la realidad actual destacó Jiménez “la tristeza individualista” que amenaza nuestro mundo, a lo cual contrapuso la Buena Noticia cristiana de que “no estamos en un mundo de huérfanos”, sino que tenemos un Dios compasivo y una Madre de la Consolación.
Desde el santuario de Cartago, recorriendo los cuatro kilómetros que median, se desplazaron todos a la Ciudad de los Niños (CDN), la ejemplar institución que los agustinos recoletos regentan desde 1965. El objetivo primero era inaugurar el nuevo Colegio Técnico San Agustín, que se ha venido construyendo y cuyas instalaciones podrán ser ya utilizadas en el próximo ejercicio escolar. Al Prior General le correspondió bendecirlas, tras pronunciar las oportunas palabras de aliento y felicitación. Y, tras el almuerzo, tanto la jornada como el cincuentenario se clausuraron en el templo de la CDN, a los pies de Nuestra Señora de la Consolación, con un encuentro fraterno entre las JAR y la fraternidad seglar de la Ciudad.