El Aula de la Lengua del monasterio riojano, cuna del castellano, acogió a los participantes para las diversas conferencias, intercambios y diálogos con los conferenciantes.
José Ramón Pérez, vicario general de la Orden y presidente del Secretariado de Formación, ha sido el coordinador de las diversas actividades que se han llevado a cabo y de la presentación de los conferenciantes.
Los dos primeros días intervino Enrique Gómez, presidente del Instituto de Espiritualidad e Historia de la Orden y doctor en teología por la Universidad de Salamanca. Desde el principio manifestó su entusiasmo por la vida comunitaria, proponiendo la comunidad como un reto fascinante.
También ha buscado el realismo en los pasos a dar para responder a ese reto, asumiendo como punto de partida que los que conforman las comunidades religiosas son hijos de esta época, herederos de la modernidad, tiznados por el estilo de vida postmoderno, tendientes incluso a la hipermodernidad.
Propuso como inicio de respuesta a ese reto repensar la comunidad como signo contracultural, pero atendiendo a la identidad propia de los agustinos recoletos y, por tanto, buscando en la experiencia de Agustín de Hipona pistas para el camino desde planteamientos incompletos, como los vividos por él hasta su encuentro pleno con el cristianismo y su entrega a la formación de una comunidad en la que vivir un ideal de vida.
Expertos en comunidad
Enrique Gómez propone como impulso para la revitalización que se ha propuesto la orden de agustinos recoletos formarse como expertos y exportadores de comunidad. Comunidad que forma en la unanimidad y concordia frente al individualismo y la insensibilidad, en la interioridad compartida frente a la superficialidad, en la gratuidad y el agradecimiento frente al utilitarismo.
El tercer día, el agustino recoleto Fabián Martín, coordinador de la pastoral vocacional de la orden en España y licenciado en Roma en Espiritualidad y acompañamiento en la formación, presentó la opción decidida que está asumiendo la orden por la pastoral vocacional en sintonía con toda la Iglesia, que de modo especial en los últimos años mediante numerosos documentos ha subrayado la capitalidad de la vocación.
Mentalizar, educar y formar en la cultura vocacional ha sido un esfuerzo conjunto de muchos en la Iglesia: diócesis, pastorales, congregaciones de la santa Sede, órdenes y congregaciones religiosas, pastoralistas y teólogos…
Fabián invitaba al compromiso a todos los religiosos y concretamente a los asistentes al encuentro: favoreciendo la colaboración entre las provincias, convenciéndose y entusiasmándose en la pertenencia e identidad a la propia Orden, apoyando sin reservas a los equipos de animación vocacional, proponiendo la creación y consolidación de centros de espiritualidad…
Dinamización
El cuarto y quinto día, el claretiano Luis Gonzalo Díez, el redentorista Francisco Caballero y el franciscano de la Tercera Orden Regular Manuel Romero formaron un conjuntado equipo para ofrecer principios, pistas y orientaciones para dinamizar la vida comunitaria.
Motivaron para asentar los pilares de la vida comunitaria: la primacía de Dios, la identificación con la misión, el descubrimento de la autentica fecundidad, la contemplación y el trato con Jesucristo, el cuidado de la vida común y las relaciones interpersonales.
También propusieron partir de la realidad de las comunidades religiosas en la situación que viven en el momento presente: realidades nuevas, visiones diferentes en el mundo y en la sociedad de la forma de relacionarse. Se dedicó tiempo a la realidad de las comunidades formadas por personas con limitaciones, con carencias y dones y por ello los conflictos ocuparon una parte importante de esa reflexión.
Los conferenciantes, además de impartir sus conferencias, animaban a momentos de oración, de canto, de diálogo, de compartir puntos de vista y experiencias. Todos los asistentes aprovecharon también la oportunidad de convivencia, de oraciones comunitarias, de ocio, de diálogo, de reflexión. En todo ello se contó con la acogida y apoyo de la comunidad del monasterio de Yuso, que se esmeró en todo momento en la atención a los religiosos llegados desde tantas partes del mundo para asistir a este encuentro formativo.