El arzobispo agustino recoleto deĀ Los Altos, Quetzaltenango ā TotonicapĆ”n (Guatemala), Mons. Mario Alberto Molina, reflexiona sobre la Palabra de Dios de este domingo 21 de septiembre
Evangelio segĆŗn San LucasĀ (16,1-13)
Este domingo escuchamos en el evangelio una paraĢbola y luego unas sentencias de JesuĢs en torno al dinero y las riquezas. Vamos a comenzar por explicar la paraĢbola, que solo encontramos en el evangelio seguĢn san Lucas.
Esta paraĢbola ha creado siempre dificultad, porque no se entiende faĢcilmente el final. Se trata de un hombre que administra con amplios poderes de los bienes de un hacendado rico. En cierto momento, el hombre rico pierde la confianza que le tiene a su administrador y decide destituirlo. Pero antes le pide cuentas. El administrador reflexiona queĢ debe hacer. No se ve a siĢ mismo realizando trabajos que requieran fuerza fiĢsica pero tampoco se ve a siĢ mismo en total desempleo y dependiendo de limosnas y donaciones. Por eso busca aprovechar lo que le queda de tiempo en la administracioĢn de los bienes del hombre rico para ganarse el favor de los deudores de su patroĢn. Los llama y les permite cambiar las notas de deĢbito. El que debiĢa cien barriles de aceite ahora suscribe otra nota seguĢn la cual solo debe cincuenta, y el que debiĢa cien costales de trigo suscribe otra nota seguĢn la cual solo debe ochenta. A primera vista, esto seriĢa un nuevo robo a su patroĢn. El administrador deshonesto continuariĢa con sus deshonestidades. Llama a los deudores del hombre rico y les reduce la deuda. Pero resulta que el patroĢn alaba la accioĢn de su administrador como una obra de gran astucia: El amo tuvo que reconocer que su mal administrador habiĢa procedido con habilidad. No puede ser que el hombre rico alabe a su administrador por este uĢltimo robo. Este final no cuadra con la historia. Y siempre causoĢ dificultad.
Hace ya algunos anĢos, sin embargo, se descubrieron documentos que permitieron establecer algunos usos comerciales en Palestina en tiempos de JesuĢs, que aclararon la situacioĢn. En algunos lugares, los patronos daban tan amplios poderes a sus administradores, que les permitiĢan sacar sus ingresos cobrando comisiones para siĢ mismos, pero estas comisiones se incluiĢan en la deuda global que el deudor firmaba. Y a veces esas comisiones eran significativas, como es el caso de la paraĢbola. Lo que hizo el administrador de la paraĢbola fue renunciar a su comisioĢn y dejar a los deudores con la deuda escueta por la mercanciĢa comprada a creĢdito. Renunciando a su comisioĢn se ganoĢ el favor de los clientes de su patroĢn, con la esperanza de que gracias a este favor le dieran alguĢn empleo. Entonces siĢ se entiende el reconocimiento que el hombre rico hace de la gran astucia y habilidad de su mal administrador.
En las sentencias vienen las aplicaciones que JesuĢs hace. Con el dinero, tan lleno de injusticias, gaĢnense amigos que, cuando ustedes mueran, los reciban en el cielo. Si en los negocios de este mundo uno estaĢ dispuesto a renunciar a ganancias y beneficios para granjearse amigos y conectes, con mayor razoĢn, concluye JesuĢs uno debe estar dispuesto a renunciar a ganancias y beneficios materiales para hacer el bien y ganar asiĢ amigos que los reciban en el cielo. Pero hay que tener cuidado de coĢmo se entiende esta sentencia en el contexto del narcotraĢfico actual. No creo que le pasara por la mente a JesuĢs que un dinero mal habido y fruto del crimen y la delincuencia se pudiera limpiar dedicando parte a alguna obra beneĢfica como hacen los narcotraficantes, que con sus ganancias construyen escuelas, hospitales y hasta iglesias en sus pueblos, y asiĢ creen que limpiaron su conciencia y quizaĢ hasta alcanzaron el perdoĢn del pecado y la salvacioĢn. Para JesuĢs, todo dinero estaĢ lleno de injusticias, incluso aquel obtenido honestamente. Pero la injusticia que JesuĢs ve en el dinero no es la misma que vemos nosotros. Para nosotros la injusticia del dinero procede de los atropellos, explotacioĢn laboral o ambiental con que se ganoĢ. Para JesuĢs, la injusticia del dinero procede de su capacidad de ocupar el lugar de Dios en la mente y el corazoĢn de los hombres. Riquezas y dinero, especialmente si proceden de fuentes honestas, tienen el potencial de ocupar el lugar de Dios en el corazoĢn del hombre. En eso consiste la injusticia del dinero, en que tiene la capacidad de suplantar a Dios en la estima de los hombres. Pero quien pone sus riquezas al servicio del bien comuĢn, al servicio de su familia y su comunidad, al servicio de la generacioĢn de empleo y la inversioĢn actuĢa como administrador responsable de los bienes de este mundo y con esas obras buenas ganar la salvacioĢn.
Entonces viene la segunda sentencia de JesuĢs: Si ustedes no son fieles administradores del dinero, tan lleno de injusticias, ĀæquieĢn les confiaraĢ los bienes verdaderos? Y si no han sido fieles en lo que no es de ustedes, ĀæquieĢn les confiaraĢ lo que siĢ es de ustedes? ĀæA queĢ se refiere JesuĢs? Los bienes que llamamos ānuestra propiedadā en este mundo, en realidad no son nuestros, son prestados. Vinimos al mundo sin ellos, quizaĢ los ganamos con esfuerzo honesto, pero aquiĢ se quedan cuando nos vamos. La propiedad privada de cada quien es tambieĢn propiedad transitoria, no la llevamos a la eternidad. Solo el buen empleo que hagamos de esos bienes nos ayudaraĢ a ganar cierta idoneidad para obtener los bienes que siĢ son nuestros para siempre: la vida con Dios para siempre.
El resumen de todo esto es la tercera sentencia de JesuĢs: No pueden ustedes servir a Dios y al dinero. Dios y el dinero son rivales cuando apreciamos maĢs, estimamos maĢs, valoramos maĢs la salvacioĢn que nos viene por el poder del dinero que la salvacioĢn que nos viene de Dios. El dinero salva de muchas cosas: solventa necesidades primarias como alimento, vivienda, vestido. Con eĢl podemos adquirir estudios, transporte, salud. El dinero es poderoso salvador en muchas de nuestras necesidades. Podemos llegar a pensar que lo uĢnico que nos hace falta en la vida es tener dinero, pues las uĢnicas necesidades que tenemos son las que se resuelven con dinero. Si llegamos a pensar asiĢ, Dios sobra. Pero JesuĢs quiere hacernos ver que las verdaderas necesidades del hombre no son las que se resuelven con dinero, sino solo las que resuelve Dios: la muerte, la culpa del pecado y el vaciĢo de una vida sinsentido. JesuĢs nos advierte contra el peligro de hacer del dinero nuestro iĢdolo al hacerlo nuestro salvador, olvidaĢndonos de que uĢnico Dios que verdaderamente hay es aquel que nos salva de las necesidades de las que ninguĢn dinero puede salvar. Y nos pide una opcioĢn.
Mons. Mario Alberto Molina OAR
Arzobispo de Los Altos, Quetzaltenango ā TotonicapĆ”n (Guatemala)