En el artículo el autor muestra su parecer sobre la respuesta de la Iglesia a la crisis del coronavirus y cómo está ayudando en diferentes niveles.
Ciertamente en estos días nos podremos topar con preguntas capciosas como «¿Por qué el Vaticano no vende todas sus riquezas para darla a los pobres?» o “¿Por qué la Iglesia tiene esos tesoros en el Vaticano mientras hay tantos enfermos por Coronavirus?”.
Estos cuestionamientos y críticas destructivas hacen sufrir, o confunden, a muchos católicos. Pretenden resaltar cosas negativas creando una leyenda irreal, que a su vez es transmitida a otras personas en una especie de círculo vicioso; sobre todo a los más jóvenes.
De inicio, es importante saber que no se pueden comparar las necesidades económicas de la Iglesia en nuestros tiempos con las del pequeño grupo de los apóstoles reunidos en torno a Jesús. Él mismo comparó a su Iglesia con un grano de mostaza que una vez sembrado se convierte en un gran árbol que cobija entre sus ramas a todas las aves del cielo (cf. Mt 13,31-32), y nunca profirió ninguna palabra en contra del Templo de Dios.
Así que, para empezar, es urgentemente importante saber que La Iglesia Católica NO puede disponer de los bienes del Estado Vaticano, ya que están protegidos por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), en su carácter de Patrimonio Cultural de la Humanidad, desde 1984 (Ref. UNESCO 286). Es decir, La Santa Sede (estado soberano) carece de libertad para venderlos, siendo no más que custodios. Por consiguiente, El Vaticano fuera de sus templos, es un gigantesco museo.
Por otro lado, la Iglesia ha crecido enormemente. Por eso, a pesar de ser una institución espiritual, necesita dinero para mantener sus actividades institucionales (que no producen entradas económicas): congregaciones, consejos, tribunales, el Sínodo de los Obispos y muchas oficinas que cuentan con, aproximadamente, 2.600 empleados.
Las acusaciones sugieren cosas falsas como una vida lujosa del Papa u Obispos que se levantan todos los días a nadar en una piscina de monedas de oro sin preocuparse por los pobres. Pero, verdaderamente ¿De qué riquezas estamos hablando? ¿Qué tipo de tesoros? ¿Da La Iglesia dividendos? ¿Cotiza en bolsa?
La verdad es que los «tesoros» son culturales, espirituales, históricos y no tienen ningún valor comercial. Están dedicados al culto divino en iglesias o museos que conservan el patrimonio cultural de dos mil años de cristianismo. Es lógico que necesite bienes materiales porque no está compuesta sólo por ángeles. Para enseñar a la gente el camino al cielo necesita edificios, bibliotecas, computadoras, autos. Para dar culto a Dios necesita templos, altares. Para ayudar a la piedad necesita imágenes, libros. Para enseñar a las gentes necesita escuelas, universidades.
¿Por qué no poner también en tela de juicio al Islam, el judaísmo o el budismo? ¿Por qué podría estar mal que la Iglesia tenga templos lindos? ¿Qué aportaría la fealdad y la pobretería? Es curiosa la pretensión de disponer de bienes que son una propiedad legítima de una institución con dos mil años de historia. No han sido robados ni saqueados, sino fruto de donaciones.
Un respetado vaticanista como John Allen Jr, señaló que “Todo el patrimonio del Vaticano está valuado en casi $800 millones de dólares”, territorio incluido. Esta cantidad (pequeño porcentaje del presupuesto anual del cualquier país) no sería ninguna solución para la pobreza en el mundo, la cual más bien pasa por la conversión del corazón de los gobernantes y magnates de la tierra. Incluso, la revista «Fortune» aseguró que El Vaticano ni siquiera se encuentra dentro de las 500 instituciones más ricas dentro de su famosa lista. Y es que hoy en día la riqueza no está dada por la propiedad de algunos terrenos o piezas de museo sino por marcas, acciones en Bolsa, etc. Y de este género de riqueza la Iglesia no tiene nada (ni siquiera tiene la Biblia patentada).
Ahora bien, la pregunta sería: ¿Qué es lo que realmente hace La Iglesia Católica por los pobres?
El modo austero de vivir del Papa Francisco, modesto, sin propiedades personales, no es solo un discurso. Al morir, ni siquiera deja a sus familiares sus bienes personales; sólo su enseñanza y buen ejemplo. Vive y muere pobre como Jesús.
Recordó que se suelen vender “los regalos y otras cosas” que le obsequian, para poder financiar sus obras de caridad. “Hay cosas que se pueden vender, y estas se venden”, aseguró en una entrevista. Él destina para las obras de caridad y para sostener las Iglesias más necesitadas, lo que se denomina el “Obolo de San Pedro”, y La Santa Sede también ayuda al sostenimiento de los Lugares Santos y de las Obras misionales.
No hay una institución que haya aportado tanto bien al mundo como la Iglesia Católica. No te olvides de quién promovió la educación a través de los siglos. Quién luchó contra la esclavitud. En cualquier país, a la hora de catástrofes naturales, la única institución fiable para repartir ayudas es Caritas. La gente no confía en nadie más.
Según información del año 2019 ofrecida por la agencia Fides, quien es el Órgano de información de las Obras Misionales Pontificias, la lista de las labores asistenciales de la Iglesia Católica es realmente impresionante: tiene 5.900 hospitales, 16.700 dispensarios, 700 leprosarios, 12.600 hogares de ancianos, 19.500 orfanatos y guarderías, 11.500 centros de orientación familiar, 11.600 centros de educación especial y 44.500 centros asistenciales. Un total de 123.000 instituciones de asistencia en todo el mundo.
Recientemente el Papa Francisco acaba de donar 30 respiradores para aliviar los tratamientos del Covid-10, más 100 mil euros que se suman a los 10 millones de euros donados por la Conferencia Episcopal Italiana a Cáritas de Italia, con el mismo fin. De modo que no podemos decir que la Iglesia o el Vaticano no hacen nada por los pobres o por los afectados por el Covid-19 (también han muerto sacerdotes y monjas por este virus mortal).
Para finalizar, te invito también a realizar tu propia investigación, para dar fe de todo lo acá expuesto; y también a donar tu vida al servicio de lo más necesitados. La mies es mucha y el Señor te espera.
Eduardo Sogliani