El agustino recoleto Ángel María Ríos analiza en el undécimo artículo de Formación Permanente 2020 la pobreza experimentada en la vida religiosa.
Introducción
Hace medio año me invitaron a reflexionar sobre lo que significa educar en la pobreza dentro del gran tema de la profecía y el profetismo; y, por la amistad y el paisanaje que me unen a quien giró la invitación, no me pude resistir, sabedor de que estas cuestiones, pobreza y profecía, siempre son complejos. Ya dicen los chinos que “es muy difícil profetizar, sobre todo cuando se trata del futuro” –pasa lo mismo con la educación en la pobreza–, en un momento de cambio de paradigmas y de serias crisis sanitarias, ecológicas y sociales como las que estamos viviendo.
En cualquier caso, desde el principio tuve claro que la reflexión que realizara no podía aspirar a ser una exposición teológica conceptual, para la cual carezco de formación específica, sino más bien tendría que ser el fruto de mi experiencia personal y religiosa, de mis lecturas y de la cosmovisión que he recibido a lo largo de mi vida.
En tercer lugar, este artículo se tiene que orientar hacia la educación de los jóvenes en la pobreza, pero desde el profetismo. Y, a partir de lo que significan y son los profetas, quiero presentar estas páginas: su estilo de vida y pensamiento nos educan en la pobreza. Los profetas del pasado y del presente me van a dar pie para recordar mis propias experiencias y contrastarlas con las de las nuevas generaciones, que viven con un nivel de vida económico muy superior al nuestro y quizás, por eso mismo, menos ligado a la pobreza y a los pobres, y más preocupado por aspectos religiosos que sociales.
Ángel María Ríos OAR