El autor reflexiona sobre el nacimiento de Jesús y la celebración de la Navidad.
Estamos a las puertas de la Navidad. Mejor: Es Navidad, porque el niño Dios nace siempre en cada momento, en cada acontecimiento, en cada hombre y en cada familia. Hemos llegado a los últimos días de Adviento, y se nos invita a fijarnos, a dirigir la mirada —el corazón— a ese lugar de Belén. ¿Estamos dispuestos a acoger al Señor y a seguir sus caminos? Él es la plenitud.
A lo largo de estos días, a través la Palabra de Dios seguimos preparándonos para este gran encuentro con el Dios humanado. Su misma palabra continúa invitándonos a disponer nuestra tienda, condicionar los caminos, rebajar los montes… Es el profeta Isaías quien nos exhortaba a ampliar el espacio de nuestra tienda: Ensancha el espacio de tu tienda, despliega los toldos de tu morada, no los restrinjas, alarga tus cuerdas, afianza tus estacas, porque te extenderás de derecha a izquierda (Is 54,2).
En este tiempo de Navidad celebramos una gran realidad histórica, que es la encarnación del Verbo: el Verbo si hizo carne y acampó entre nosotros. Mas este Verbo quiere hallar un corazón disponible; o sea, abierto para que él mismo pueda habitar en nuestra tienda. Él respeta nuestra libertad, cada uno con su libertad puede acoger o rechazar a este Dios que se hace igual que nosotros en todo, menos en el pecado. Que nos comportemos como el pueblo de Israel: Vino a su casa y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre (Jn 1,11s.).
El Señor nos invita por medio de su palabra a estar bien dispuestos, a preparar nuestro corazón para que sea capaz de recibir la gracia y el amor de aquel. Los hombres, sin embargo, mostramos un problema no pequeño: la tienda o el corazón aparece lleno de muchas cosas, de criaturas obras de Dios y realidades fabricadas por nosotros. No son efectivamente Dios, sino criaturas. Por ejemplo, las luces que se instalan en las calles y en cada hogar nos ofuscan de tal forma que vamos perdiendo el sentido a la verdadera Luz que viene y acampa entre nosotros. Todas esas luces artificiales nos oscurecen la verdadera Luz, Jesús, el Enmanuel, El-Dios-con- nosotros.
Estas luces pretenden señalar otros caminos, y no el que nos ha mostrado el Verbo. Jesús ha venido para enseñarnos la dirección hacia donde caminar, al encuentro de humanidad que se mueve sin rumbo. Nuestros pasos han de dirigirse hacia esa Luz. Ella es la aurora de una vida nueva, y este es el camino verdadero.
Siempre estamos viviendo en tensión, en lucha entre luces y tinieblas. Seamos hijos en el Hijo de la luz. Sabemos que al final quien vence es la Luz verdadera, porque el plan de Dios es salvar a toda la humanidad. Para esto ello nos ha enviado a su único Hijo: para el mundo crea, tenga vida y vida en abundancia.
Que este tiempo de Navidad sea una oportunidad más que Dios me está ofreciendo, no para caer en el consumismo y complacerme en lo atractivo de la fiesta, sino para conocer que una gran Luz ha brillado en las tinieblas. Hemos tenido un año muy difícil cargado de oscuridad por la pandemia. Con todo, en medio de esa oscuridad hoy mismo aparece una gran Luz que habita entre nosotros; este es un gozo que nadie nos puede quitar. Experiencia singular es percibir que Dios en verdad no es extraño a nuestra vida, no se desentiende de todas nuestras cosas, sobre todo a nuestro sufrimiento. Tal es el mejor y mayor regalo que se nos presenta en este momento. Mas nosotros hemos de disponer nuestro corazón para acogerlo.
En realidad, al acoger la Palabra de Dios en nuestro corazón, se amplía nuestra tienda. nuestro hogar. Mas no es para encerrarnos en nosotros mismo y quedarnos interesadamente con Dios. No. Esto nos ha de llevar al encuentro y a la acogida de nuestros hermanos. Con tal fin, deseamos ampliar nuestra tienda, para que otros, los que más sufren, puedan encontrar a personas y hermanos que los acojan y les muestren el amor y la ternura de un Dios vivo presente hoy en medio de nosotros.
En este tiempo de Navidad dejémonos interpelar por la Palabra de Dios: ¿Confiamos plenamente en el poder de la Luz de Dios, que hoy ha venido a nuestra tienda, a nuestro corazón? ¿Estamos atentos preferentemente a Dios o nos dejamos deslumbrar por otros dioses? ¿Sentimos el gozo de llevar la marca del Verbo en nosotros, como toda la creación luce el sello de Dios?
Wilmer Moyetones OAR