Tras la intensidad de la Cuaresma y la Semana Santa, la Pascua se convierte también en un momento propicio para profundizar en el don y el arte de la oración. Como explica Fr. Fabián Martín OAR, la oración cristiana supone el sustrato para el dinamismo de la fe y un diálogo personal, íntimo y profundo, entre el hombre y Dios. Asimismo, expone que esta comunión implica un éxodo del yo del hombre hacia el tú de Dios y el tú del otro. Ello le permite afirmar que la oración cristiana es siempre auténticamente personal e individual y, al mismo tiempo, comunitaria.
En su artículo Un Cristo total que ora. Una propuesta de pedagogía para la oración comunitaria, Fr. Fabián reconoce que, sin embargo, la oración no es una tarea sencilla y que el orante debe hacer frente a muchas dificultades. Al tiempo que destaca que la oración, más que un empeño humano, es un don de Dios, enfatiza que supone una exigencia ardua para los cristianos. Así pues, la educación en la oración supone una exigencia irrenunciable para los creyentes y, en particular, para los religiosos consagrados, cuya misión principal debiera ser la de convertirse en maestros de oración.
Después de exponer en su artículo esas características básicas de la oración, explica los elementos que permiten considerar una oración como auténticamente “cristiana” y, en particular, “cristiana agustiniana” y “agustina recoleta”.
A continuación, recuerda que, para san Agustín, la oración cristiana más genuina es aquella que no pide otra cosa que a Dios mismo y la vida eterna junto Él, además de todo aquello que sirva a ese propósito. No obstante, Fr. Fabián advierte que no es posible alcanzar esa cualidad en la oración si no se sustenta en las tres virtudes teologales, es decir, la fe, la esperanza y la caridad, que constituyen el fundamento sólido de la oración cristiana. Por este motivo, resalta que cada una de estas tres virtudes son un don de Dios, como lo es también la oración que surge a partir de ellas.
Más adelante, expone que para que el empeño de la oración llegue a ser un ejercicio significativo que incida de manera activa en la propia vida, resulta fundamental que el orante mantenga una actitud de renovación constante. A a su juicio, ello le facilita tender hacia una cierta unidad interior, a una vinculación afectiva con los hermanos en Cristo y, sobre todo, a poder expresarlo en la unión en común en la oración.
Entre los medios para fomentar una oración litúrgica en común, propone desarrollar una adecuada instrucción litúrgica, prestar cuidado a la calidad del tiempo y de la actitud física que se debe mantener en el ejercicio de esta actividad, atender a la posición del cuerpo durante la oración y realizar una buena preparación del ambiente y del lugar físico reservados para ella, o la fijación de un ritmo adecuado para la recitación litúrgica.
Por último, Fr. Fabián ofrece una metodología apropiada para realizar una oración en común, y da pautas para enriquecer la experiencia oracional en comunidad, de modo que se convierta en una auténtica oración comunitaria que refuerce y aumente los vínculos fraternos.
Pese a que las consideraciones que realiza persiguen fortalecer la oración comunitaria, cualquier creyente puede encontrar en este artículo fundamentos profundos con los que afianzar y enriquecer su oración personal e individual.