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Inquietos por ti: un agradecimiento a Dios por el legado de San Agustín

En este mes de San Agustín, la familia agustino recoleta eleva una oración de gratitud a Dios por el don de nuestro Padre. Celebramos con alegría su vida, su enseñanza y el fuego que encendió en nosotros, un fuego que nos mantiene “inquietos por Cristo”.

El lema que nos une no es solo una frase bonita. Es un modo de vivir: una búsqueda constante de Dios que se traduce en servicio, en comunidad, en misión y en compromiso con el mundo. Cada fraile, cada religiosa, cada joven y cada laico que comparte nuestro carisma vive con la certeza de que “nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Él”.

El latido de una familia inquieta por Cristo

La vida agustino recoleta se despliega en múltiples rostros y realidades, unidas por la misma llamada. En distintos rincones del mundo, frailes, monjas y religiosas consagran su vida a Dios, sosteniendo comunidades que oran, sirven y anuncian el Evangelio.

En nuestros centros educativos, más de 80.000 alumnos crecen acompañados por 5.000 educadores que forman parte de la Red Educar, transmitiendo valores que inspiran vida y esperanza.

En los proyectos de ARCORES, la solidaridad se hace gesto concreto: presencia en casi 300 lugares donde se tienden manos, se curan heridas y se siembra futuro. En las JAR, miles de jóvenes viven la alegría de compartir su fe, mientras que las Madres Mónicas interceden cada día por sus hijos con perseverancia y amor.

Nuestras parroquias acogen comunidades vivas y abiertas; los procesos de santidad nos recuerdan que el Evangelio se encarna hoy; y las misiones nos llevan hasta los lugares más lejanos, donde seguimos diciendo con la vida: “Señor, aquí estamos para ti”.

Gratitud y compromiso renovado

“Inquietos por ti” es también un momento para renovar nuestra entrega. Es recordar todo lo que Dios ha hecho en nuestra historia y volver a decirle que sí. Es vivir sin descanso, sin marcha atrás, con la confianza puesta en su gracia.

Tú y solo tú, Señor, nos haces para ti. Tú agitas el alma, la enciendes. Tú inquietas el pecho, no nos dejas huir: hasta que en ti, Cristo, podamos descansar. Ayúdanos a llevarte donde no estás, a morir cansados de tanto amar, a vivir sin tregua, sin vuelta atrás, a vivir, Señor, ¡inquietos por ti!