El día 22 de septiembre de 1989, a los 89 años, fallecía en el Hospital de Navarra de Pamplona (España) el agustino recoleto Mariano Gazpio Ezcurra. Se le enterró en el panteón de la comunidad de Marcilla (Navarra), en cuyo convento había vivido los últimos 26 años de su vida.
Muy pronto se hizo sentir un clamor en pro de su canonización. El Capítulo General de 1992 dio los primeros pasos. En 1998 la Santa Sede emitió su nihil obstat. Y el 17 de enero de 2000 se abrió la causa de canonización de este antiguo misionero en China, de donde fue expulsado en 1952, tras 28 años de ímprobos trabajos. En los años siguientes, el proceso de Gazpio fue cubriendo sus primeras etapas de forma muy discreta, hasta llegar al acto que ha tenido lugar en Marcilla el pasado día 29 de marzo.
Se trata en sustancia de exhumar los restos del Siervo de Dios y trasladarlos a la iglesia conventual de los agustinos recoletos, donde pueden ser venerados por religiosos y fieles en general con más facilidad.
En rigor el levantamiento de los restos se había realizado en privado, ante el vicario judicial del arzobispado de Pamplona, el día 28. Al día siguiente se iba a hacer la instalación en la iglesia del convento, y a este acto habían sido invitadas las comunidades recoletas de España.
Asistencia masiva
La respuesta sobrepasó con mucho a cuanto se había previsto. Eso fue algo patente. Ya en el acto académico que precedió a la eucaristía, las 120 butacas del salón de actos del convento quedaron pronto cubiertas y muchas personas debieron seguir la conferencia de pie dentro del salón o incluso desde los pasillos anexos.
La conferencia sobre la vida de Mariano Gazpio le había sido encargada a José Javier Lizarraga, agustino recoleto que desde el principio llevó a cabo los trabajos históricos de la causa en calidad de vicepostulador. En consecuencia, la suya fue una disertación autorizada, además de sentida y sencilla. El público la siguió con atención, quedando muy edificado, además de bien informado.
El acto central era la eucaristía que venía a continuación. Presidía el arzobispo de Pamplona-Tudela, monseñor Francisco Pérez, a quien acompañaba monseñor Eusebio Hernández, agustino recoleto y obispo de la diócesis vecina de Tarazona. Con ellos concelebraba una cincuentena de sacerdotes venidos en su mayor parte de las comunidades recoletas del Norte de España. Llenaban a rebosar la iglesia familiares del Siervo de Dios, formandos agustinos recoletos, fraternidades seglares y fieles de Marcilla y pueblos del entorno.
Emoción y recuerdo
El féretro que desde el día anterior acogía los restos de Gazpio yacía entreabierto al pie del altar. Repetidas veces fue incensado, en señal de veneración, pero no pasó a primer plano hasta el final de la liturgia eucarística, ya bajo la batuta del postulador de las causas de los santos de la Orden, el agustino recoleto Samson Silloríquez. Se dio lectura pública, tanto en latín como en castellano, al decreto de la Congregación para las Causas de los Santos (26 febrero 2014), por el que se autoriza el traslado. Por parte del obispo de Pamplona, se firmaron las actas de reconocimiento y autenticación de los restos. Se introdujeron las actas en el arca, que en su interior contenía los restos de Gazpio dentro de una caja de zinc. Monseñor Pérez selló y lacró el féretro, y se procedió al traslado, hasta su emplazamiento definitivo en el lado izquierdo del crucero, bajo el cuadro de Nuestra Señora de la Consolación.
Traslado que resultó especialmente emotivo, al portar el arca, entre otros, los dos únicos supervivientes de la misión de China en su etapa antigua, los agustinos recoletos Benito Suen y Melecio Ho. Los dos son ya muy ancianos y no tienen buena salud. Pero no quisieron que faltara su testimonio y la presencia de aquella iglesia de mártires, hoy tan floreciente.