En Roma, el deporte, y especialmente el atletismo, se vive con pasión. Son muchas las competiciones que, todas las semanas, se celebran en la Ciudad Eterna. Desde que llegué aquí en 2016 he tenido ocasión de participar en muchas de ellas. Y fue en ese contexto donde conocí y mi uní a Athletica Vaticana, la primera asociación deportiva promovida por el Vaticano. Guardias suizos, gendarmes, empleados de los Museos Vaticanos y de L’Osservatore Romano, oficiales de dicasterios, bomberos, personal de embajadas, docentes de universidades pontificias, varios sacerdotes y religiosos (incluida una monja y un obispo), son algunos de los perfiles más significativos de este equipo plural, internacional e intergeneracional, en el que la variedad y la inclusión son señas de identidad, y en el que te acogen como en familia.
Athletica Vaticana nació en 2019. El origen estuvo algunos años antes cuando un grupo de personas vinculadas a diferentes organismos del Vaticano, que compartían la pasión por el deporte, se unieron para construir comunidad a partir de este vínculo común. Su objetivo primordial es ser signo en el corazón del Vaticano y de la Iglesia Católica como testimonio cristiano por medio de iniciativas espirituales, solidarias y culturales que fomenten el diálogo con la comunidad deportiva mundial.
Desde los orígenes de Athletica Vaticana, el Papa Francisco ha seguido de cerca sus pasos, valorando sus iniciativas como una forma de llegar a la gente a través del deporte. Y fue el pasado 13 de enero de 2024 cuando quiso recibir, tanto a miembros del equipo como a sus familias, en una entrañable audiencia en la que dirigió a todos un mensaje destacando la relevancia y oportunidades del deporte en el mundo de hoy. Sus palabras no sólo inspiran a Athletica Vaticana, sino a todo apasionado del deporte, para que también ellos «se conozcan y se sientan reconocidos por la Iglesia como personas al servicio de la búsqueda sincera de lo verdadero, de lo bueno y de lo bello». (Praedicate Evangelium, 154). A continuación, recogemos algunos fragmentos de este inspirador mensaje para los deportistas de hoy.
Queridos amigos de Athletica Vaticana.
Expreso mi alegría por la presencia de Athletica Vaticana en las calles, en las pistas y en los campos de juego, y por vuestro testimonio cristiano en el gran mundo del deporte, que hoy representa la expresión cultural más difundida, siempre que mantengáis ese amateurismo que custodia el deporte.
Es significativo que nuestro encuentro tenga lugar en los primeros días de 2024, que es el Año Olímpico y Paralímpico. Recordando el valor de la «tregua olímpica», mi esperanza es que, en el momento histórico particularmente oscuro que vivimos, el deporte pueda tender puentes, derribar barreras, favorecer relaciones pacíficas.
Con un estilo marcado por la sencillez, desde hace exactamente cinco años, Athletica Vaticana se ha comprometido a promover la fraternidad, la inclusión y la solidaridad, dando testimonio de la fe cristiana entre deportistas, aficionados y profesionales.
Queridos amigos, es muy significativo que intenten hacer todo esto compartiendo la vida de otros deportistas, corriendo o montando en bicicleta o jugando junto a ellos. Las iniciativas del Atletismo Vaticano -desde las más sencillas y espontáneas hasta la participación en eventos deportivos internacionales- adquieren todo su sentido como expresión de una comunidad formada por mujeres y hombres que, vinculados por el servicio común a la Santa Sede, viven su pasión por el deporte como una experiencia de evangelización.
Por eso, además de la actividad deportiva, vuestra asociación propone también momentos de oración y de servicio a los más necesitados. Forma parte de vuestra misión estar cerca -palabra clave- de los más frágiles: pienso en iniciativas con jóvenes con discapacidades físicas o intelectuales, con presos y detenidos, con emigrantes, con las familias más pobres. Y es bonito que todos participen en estos encuentros con la misma dignidad, incluidos los campeones olímpicos y paralímpicos, los diplomáticos y los miembros de la Curia. Retomo la palabra «cercanía», una cercanía que se hace tierna con el deporte. Como Dios con nosotros: Dios es cercano y tierno, y por tanto compasivo. Cercanía y ternura.
El deporte es un medio para expresar los propios talentos, pero también para construir la sociedad. El deporte nos enseña el valor de la fraternidad. No somos islas: en el terreno de juego, no importa de dónde viene una persona, qué lengua o cultura habla. Lo que cuenta es el compromiso y el objetivo común. Esta unidad en el deporte es una poderosa metáfora de nuestras vidas. Nos recuerda que, a pesar de nuestras diferencias, todos somos miembros de la misma familia humana. El deporte tiene el poder de unir a las personas, independientemente de sus capacidades físicas, económicas o sociales. Es un instrumento de inclusión que rompe barreras y celebra la diversidad. Incluso el Concilio Vaticano II señaló que el deporte puede ofrecer «una ayuda para establecer relaciones fraternas entre los hombres de toda condición, nación o raza» (Gaudium et spes, 61).
El juego, pues, se compone de reglas que hay que respetar. Ganar con humildad y aceptar la derrota con dignidad son valores que el deporte enseña y que deben vivirse en la vida cotidiana para construir una sociedad más justa y fraterna. «El deporte», como decía el Venerable Pío XII, «es una escuela de lealtad, de valor, de resistencia, de determinación, de fraternidad universal, virtudes todas ellas naturales, pero que proporcionan a las virtudes sobrenaturales un sólido fundamento» (Agli sportivi italiani, 25 de mayo de 1945).
El deporte también nos muestra que podemos afrontar nuestros límites con paciencia y determinación. Cada atleta, a través de la disciplina y el compromiso, nos enseña que con fe y perseverancia podemos alcanzar metas que nunca creímos posibles. Este mensaje de esperanza y coraje es crucial, especialmente para los jóvenes.
Os animo a cada uno de vosotros a ver el deporte como un camino de vida que os ayuda a construir una comunidad más unida y a llevar adelante los valores de la vida cristiana: lealtad, sacrificio, espíritu de equipo, compromiso, inclusión, ascesis, redención. ¡Adelante, queridos amigos de Athletica Vaticana! Y no olvidéis el amateurismo, que es como el jugo que da vida a la actividad deportiva. ¡Dad siempre lo mejor de vosotros mismos! Os bendigo de todo corazón. Y, por favor, no olvidéis rezar por mí. Gracias.
Fr. Antonio Carrón de la Torre, OAR
(Artículo publicado en la revista Santa Rita y el Pueblo Cristiano)